Poco dormimos esta noche tras la fiestita que nos pegamos en la noche anterior en Rurrenabaque, mientras esperábamos el taxi que nos llevase al aeropuerto a Anne-Sophie, a Gigi y a mi, aprovechamos para desayunar en la terracita del Curichal Hostel. Estábamos todos destrozados, hicimos el embarque sin problemas en el mini aeropuerto de Rurre y mientras veíamos alejarse la jungla por la ventanilla nos dormimos hasta volver aterrizar en la Paz. Ya había superado dos de las cosas que más ilusión me hacía de este tour por Bolivia y Perú por libre: el Salar de Uyuni y las pampas bolivianas.
Aún quedaba mucho viaje, y tocaba otro de los hitos del viaje: visitar las Islas de Titicaca, el lago navegable más alto del mundo. La idea era ir a Copacabana pasar en barco a la isla del Sol, una de las islas de Titicaca del lado Boliviano, desembarcar en el norte de la isla y hacer el trekking hasta el sur. Hacer noche en la isla del Sol y volviendo muy pronto a Copacabana tomar el bus que cruza la frontera hasta Puno. Allí, al llegar ir en el ferry de la cooperativa de las islas del Titicaca de Perú, visitando las islas de los Uros, hacer noche en alguna casa de Amanataní y al día siguiente comer en Taquile. Existen más islas en Titicaca, pero con estas 4 visitas me daba por satisfecho.
El aterrizar en la Paz fue… un infierno, no se si por la resaca mezclada con la altura (hay que tener en cuenta que Rurre está a 200m y el Alto a 4.000m) pero el mareo y la sensación de no tener fuerza ni para andar fue horrible. Saqué mis hojas de coca pero ni con esas mejoraba. En cualquier caso, no podía quedarme quito tenía que llegar a Copacabana para ver el lago Titicaca.
Como en este viaje no facturé la mochila ni una sola vez, fui directo a la puerta del aeropuerto. La idea original era bajar a la Paz para tomar un autobús a Copacabana, pero durante los días de Rurre me enteré que el colectivo que sale desde El Alto es más barato y más rápido, así que, una vez en la puerta, para ir de la Paz al Copacabana en trufi, negocié un taxi por 40bs hasta la estación -la terminal de transporte interprovincial de El Alto- y me monté en el trufi a descansar previo pago de 25bs. Cada vez me gustan más los colectivos de este viaje por Bolivia y Peru por libre.
Fui atolondrado todo el viaje, el cansancio extremo no mejoraba y el mareo tampoco mucho. Fue curioso que por unas manifestaciones se cortaran justo ese día todas las entradas y salidas de la Paz, por lo que todo el tráfico iba en procesión por caminos de tierra/arena hasta conseguir superar las barricadas de fuego que cortaban la autopista. A partir de aquí, el camino fue más tranquilo en dirección Titicaca.
Otra cosa divertida de ir en el colectivo de La Paz a Copacabana, fue que en el estrecho de Tiquina del lago Titicaca, es que al ir en furgoneta no tienes que bajarte para pasar en ferry sino que te montan en la barcaza de los autobuses y sigues la marcha sin ni siquiera bajarte del colectivo.
Entre atascos, cortes de carretera y demás, llegué a Copacabana sobre las 3 de la tarde. Al bajar del trufi había un montón de vende hoteles a los que directamente ignoré porque seguía bastante mal. Me dirijí cansinamente hasta la playa del lago Titicaca siguiendo mi ubicación con maps.me. Cuando llegué a los embarcaderos pregunté a unas señoras por la barca para ir a isla del Sol. era allí mismo. El barquero me dijo que salía a las 4:00 y que era el último barco a las islas de Titicaca, a la isla del Sol, de ese día.
Como tenía tiempo y ya era tarde aproveché para comer un lomo saltado en uno de los bares con wifi de la playa… Tardaron tanto en servirme que lo tuve que dejar casi entero para no perder el barco. El precio del barco fue un poco raro como había poca gente la ida iba a salir más cara, 50bs frente a los 25bs que costaría la vuelta en el primer barco que sale de la isla del Sol cruzando el lago Titicaca, el de las 8:00 del día siguiente. Con el palizón que llevaba encima ya había decidido que no iba a poder hacer el trekking.
Isla del Sol
El trayecto por el Titicaca es de poco más de una hora, puedes ir dentro del barco o arriba viendo el paisaje. Como hacía frío y estaba mal me decidí por ir calentito. Durante el trayecto el capitán nos dijo a los pocos turistas que íbamos que a la llegada nos acompañaría a nuestros respectivos hoteles. Como yo iba sin nada reservado y no estaba en condiciones de negociar mucho acepté su ofrecimiento de ir al que me recomendara él. En las islas de Titicaca hay un montón de alojamientos y en concreto en la Isla del Sol, un montón de hoteles.
La isla del Sol es preciosa, llena de flores y de piedra tallada. Unas escaleras infinitas en roca que asustan y con razón. La subida es muy dura, más si estás jodido- Por suerte no era el que peor estaba y el grupo iba a un ritmo que podía seguir. A la entrada del pueblo, el guía me indicó cual era mi hotel y allí fui sin rechistar, no tenía ni fuerzas para hacerlo. Todo me parecía bien, me costó otros 50bs una habitación compatrida de 3 (en la que solo estaba yo) sin desayuno.

Dejé la maleta, y ya que estaba allí, intenté subir al mirador para ver la puesta de sol en la isla del Sol, parecía lo suyo. No pude. Incluso son mochila me resultaba demasiado duro en mi estado. Menos mal que no me puse cabezón con hacer el trekking de norte a sur. Al día siguiente me enteré de que, además, en esos días no se podía hacer. La isla está compuesta por tres comunidades, Norte, Centro y Sur, cada una cobra sus tasas de peaje y suelen tener -sobre todo la del centro que es de paso- muchos problemas con las demás por temas económicos en relación a los hoteles. De hecho, cuando haces el trekking tienes que ir pagando el impuesto de cada comunidad como si fueran peajes de autopista. Al final, a lo malo malo, ya fuera por una cosa u otra no habría podido hacer el treking, un disgusto menos, aunque tampoco era mi idea original para conocer el Titicaca.
Volví al hotel y para las 8 de la noche ya estaba dormido. Me levanté a las 6 y me fui a la terraza con unas galletas a esperar el amanecer con la cámara de fotos lista. La salida del sol sobre ese «mar en calma» que es el lago Titicaca me llenó de energía. Seguía un poco tocado pero ni comparación con el día anterior. Recogí los bártulos y bajé rápidamente hasta el embarcadero para montarme en el primer barco de las 8am que te lleva de las islas de Titicaca a Copacabana.
Me acerqué al único barco que que había atracado, el primer barco del día. Pagué los 25bs, metí la maleta dentro y me fui a esperar a la playa con el resto de locales que esperaban allí. Cuál fue mi sorpresa y mi pánico cuando el barco se va del muelle con todas mis cosas dentro…. me informa que se va a repostar y que luego vuelve. En eso que llega otro barco al muelle, el que realmente iba a ser el primer barco del día un poco antes de las 8, pero no lo puedo pillar porque mis cosas están en el otro. Joder!
Al final, vuelve el mío, un poco más tarde de las 8. Y con el tiempo de trayecto ya me veo que voy a perder el bus a Puno. El trayecto fue una gozada; me subí al techo del bote y fui contemplando (bien abrigado) toda la costa boliviana de Titicaca.
De Bolivia a Perú por Copacabana
Al desembarcar en Copacabana, fui directo a la calle de las agencias de viajes para comprar el billete de autobús a Puno. Putadón, eran las 9:20 y el autobús se había ido a las 9 en punto. La única solución que me dan en la agencia es que compre el billete del bus que ya se ha ido, pille un taxi hasta la frontera e intente alcanzarlo mientras los demás pasan la aduana. Sí claro, no tengo otra cosa que hacer jajaja
El siguiente bus del día para ir de Copacabana a Puno por mi cuenta era el de las 13:00 así que tampoco era una opción. No iba a malgastar tanto tiempo así que decidí ir en taxi a la frontera y luego Dios proveería. Dicho y hecho. El taxi privado hasta la frontera me cobró 25bs lo mismo que el billete directo a Puno del bus, aunque tampoco es ninguna tragedia. Al llegar a la frontera, casi entro en Perú sin salir de Bolivia. Tuve que volver sobre mis pasos para buscar la aduana boliviana que está un poco escondida.
Al hacer correctamente la salida de Bolivia y la entrada en Perú, no hay que pagar nada en la aduana. Menos mal que además no me pidieron ninguna mordida ni nada porque no llevaba casi efectivo encima. Tras sellar el pasaporte, me aceré a unos chavales en moto (motocarro estilo tuk-tuk) para que me llevaran a la parada del colectivo a Puno del pueblo más cercano, Yunguyo, por 3 soles. Estaba algo cansado pero ya me encontraba mucho mejor. El chaval me paró detrás del colectivo le dijo al chófer que me hiciera sitio, y por 9 soles más me planté en la estación de autobuses de Puno antes de que llegase el bus que había perdido en Copacabana.
Puno
Como seguía algo cansado y de la estación al puerto del Titicaca peruano de Puno hay un paseito, acepté a que me llevara en su bici carro un hombrecillo que no tenía pinta de tener muy buena salud. Ni siquiera le regateé para que pudiera comprarse algo de comer y seguir ganándose la vida con su bici. Ya en el puerto a las 12:30 am, ah no coño que eran las 11:30, que en Perú es una hora menos! Todos los vende excursiones se te acercan para hacer algo en ese día. Conmigo lo tenían difícil: yo quería hacer la excursión de las islas de Titicaca de Perú de dos días una noche con el barco público de la cooperativa.
La oficina de la cooperativa es la última del puerto, donde empieza el embarcadero. Para hacer el tour de las islas de Titicaca de Perú hay que pillar el barco que sale a las 8:00 am, así que, tras comprar el billete 35 soles -las tasas de las islas y la habitación en Amantaní se pagan por separado en cada isla de Titicaca- me acerqué a uno de los hoteles que tenía mirados en Puno en una moto por 3 soles.

En la oficina pregunté por Gabriel, el capitán de un barco de la cooperativa que también aloja a turistas en su casa. Varios amigos se habían alojado con el en sus viajes por Titicaca y me recomendaron ir a su casa. Desgraciadamente, como el sistema organizativo de la cooperativa es rotacional por comunidad de la isla, esta semana no le tocaba alojar a su comunidad. Aun así, me dijeron que iban a intentar contactar con él a ver si se podía arreglar.
El Hostal Qoñi Wasi no es ninguna maravilla, pero está limpio, son amables y está bien ubicado junto al mercado de Puno y la estación del tren. Como en otras ocasiones, pedí habitación para compartir pero estaba vacía. Una gozada.
El paseo por Puno se hace en muy poquito tiempo. La calle peatonal para tomarme un expreso por 8 soles, la plaza yel mercado. Me encantó el mercado. Comer en el mercado de Puno es toda una experiencia, lo más barato y rico que se puede encontrar, 5 soles un platazo de sopa de quinoa en una mini-mesa con otras 7 personas que no hacían más que mirarme extrañadas de ver a un gringo allí con ellas. Además de para comer, aproveché la visita al mercado para comprar panela y estevia, dos productos locales que aquí son carísimos y merece la pena traer como regalitos para familia y amigos. Para terminar el día me decanté por una Chifa, restaurante chino-peruano. No está mal, pero nada del otro mundo, unas raciones exagerada que para viajeros solitarios nos impiden probar más de un plato.
Excursión en barco por Titicaca
Tras dormir como un lirón me levanté completamente recuperado de mi ¿soroche? del día anterior. Preparé mi mochila pequeña para la excursión en barco por el lago Titicaca, dejé la mochila grande en el Hostal Qoñi Wasi y como tenía tiempo, me dirijí al puerto dando un paseo por
las calles de Puno con los primeros rayos de Sol.
Por el camino, compré algo de comer, agua para el trayecto y me encontré con un gran mercadillo donde se vendían todo tipo de productos. Una vez en el puerto, fui directo a la oficina de la cooperativa para volver a preguntar por Gabriel. Imposible, tenía una excursión privada con agencia y yo iba en el barco de la cooperativa.
Me acompañaron hasta el barco en comunal donde tendría que esperar una media hora hasta que fuera el momento de la partida. Entre tanto, al cabo de un rato, vuelve el chico de la cooperativa con Gabriel quien tras presentarse me dice que si quiero ir a su casa en Amantaní, le espere en el puerto y que ya vendrá a recogerme -su tour atracaba en otro puerto de Amantaní, al otro lado de la isla. Amantaní es la isla más grande del lago Titicaca y viven miles de personas en ellas dividías en decenas de comunidades.
Poco después, volvió a aparecer Gabriel para decirme que como iba a ser un poco lío mejor me cambiase de barco y fuera con el tour privado, con el de capitán y después a su casa directos. Pes mira que bien! Tour con guía por Titicaca, entradas en las islas y con Gabriel al precio de cooperativa.
Esta vez, cruzando el Titicaca, camino de las islas flotantes de los Uros, con toda la energía recuperada, pude disfrutar del lago, de su inmensidad. La llegada a los Uros, las islas artificiales de uno de los pueblos más antiguos de Titicaca es impresionante, multitud de islas doradas llenas de gente flotando en el lago.
La visita en sí es una turistada, una mini guía de 2 minutos de cómo se construyen las islas y a pasar por caja en una situación bastante agresiva. Separan al grupo en pequeñas casas en mini grupos de 2 a 4 personas y a bocajarro a decir que no a todas las compras que te meten en la cara… muy poco agradable.
La siguiente actividad es ir a la isla bar en un barco de paja, bueno que en realidad la paja es sólo por fuera y el resto son botellas de agua vacías. Bien, muy típico. Por cierto, también a pasar por caja. Unos cuantos fuimos en nuestro barco a la isla bar de Titicaca. Allí, cinco minutos para comprar un té de muña y sellar por una moneda el pasaporte con el sello de Titicaca. Una vez pagado todo, al barco para seguir hacia Amantaní.
En Amantaní nos separamos en dos puertos diferentes los que iban con uno de los tours y los que íbamos en «otro» a casa de Gabriel. Su casa estaba muy bien, sencilla pero con varias habitaciones dobles y calefacción ya que de noche refresca bastante. Tras descansar un rato y tomar un té en el comedor, empezamos a andar para subir a la cima. La montaña tiene dos cimas Pachatata (Padre tierra) y Pachamama (madre tierra). El camino está perfectamente indicado y cubierto de piedras planas que lo convierten en totalmente accesible.
Todo el tour tenia la excursión a Pachatata, pero según lo que me había contado todo el mundo era mucho más bonito Pachamama. El camino en realidad es el mismo, hasta que llegas al desvío de Pachatata, inconfundible ya que se ve el «castillo» de la cima y hay un montón de locales vendiendo artesanía. Siguiendo recto se llega a Pachamama. El camino es algo más largo y la cima está un poquito más alta. Al llegar es una pasada, hay un cortado que cae hasta el mar y desde el que se ve una puesta de sol increíble.

Empecé a bajar cuando ya era prácticamente de noche. Al llegar de vuelta al cruce de Pachatata, allí estaba Gabriel esperando. Bajamos juntos, de noche y sin encender las linternas iluminados por la luz de la luna. Ya en la plaza del pueblo nos juntamos con una pareja que también se quedaba en su casa y fuimos a tomar una cerveza y un anticuho de llama que estaba realmente bueno.
Al llega a casa ya teníamos la cena preparada. Como sopa de quinoa y varios tipos de papas asadas con arroz. No estuvo mal pero tampoco nada especial. Lástima que Gabriel su familia no se unieran a la mesa, igual si hubiéramos sido menos turistas y hubiera más sitio… Se me quedó un poco corta la experiencia de estar en una casa local y no poder tocar sus costumbres, participar de ellas y compartirlas. Al final, quitando el rato en el bar fue como estar en un hostel en el Titicaca.
La quietud de la isla por la noche es impresionante, el silencio sepulcral y el balanceo de las ramas de eucalipto te mecen hasta que caes dormido. Madrugamos bastante la mañana siguiente y tras desayunar volvimos a embarcar hasta llegar a Taquile, la última isla de nuestro tour de las islas de Titicaca.
La subida desde el puerto de Taquile hasta la cima donde se encuentra el templo de la Luna es durísimo. Muy vertical con peldaños irregulares y a 4000m de altura. Realmente se sufre. El templo en sí no tiene gran cosa aunque la explicación de Gabriel le aportó un poco de magia. Tras abrir el apetito con la subidita fuimos a comer. Lo típico de Titicaca, la trucha rosada de la que no esperaba gran cosa pero que estaba buenísima. Tras comer otra vez al barco para tras 3 horas de navegación llegar de nuevo al puerto de Puno.
La experiencia merece la pena, puede ser un poco turistada pero la magia de Titicaca compensa el resto. Esa noche quería ir directo de Puno a Cuzco, otro de los puntos calientes del viaje. Pero antes de ir a la estación de autobuses a comprar el billete tenía que pasar por el hostel, Curichal Hostel, a recoger la maleta. La verdad es que se portaron muy bien me dejaron pegarme una ducha y descansar un rato en el comedor mientras me ponía al día con el wifi.
La nota divertida del viaje fue cuando le envié mi foto con Gabriel a mis amigos que lo conocían y me habían recomendado ir a su casa pero cuando me contestan resulta que su Gabriel era otro! jajajajajaja Vaya tela.
Ya fresco me dirigía de nuevo a la estación de autobuses, 10 soles de taxi, a esperar mi primer bus nocturno de este viaje en solitario por Bolivia y Perú.
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