Tras un día la larga escala en Frankfurt, el vuelo a Pekin discurrió con normalidad, dormir mal, comer de vez en cuando y algún paseito por el pasillo pero tras tantas horas de viaje, tras la acostumbrada alegría tras ver que la mochila había llegado y salía por la contra transportadora, necesitaba tomar el aire. Sin pensarlo seguí todas las señales que llevaban a la calle si fijarme en nada más, eran las 8:30 de la mañana y hacía un poco de fresco. Tras estirar las piernas y respirar un poco decidí que ya era hora de buscar el tren rápido que va a Pekin.
Aquí empecé a ver lo locos de la seguridad que son los chinos, ya para volver a entrar en el aeropuerto, en la puerta principal, había que volver a pasar por los escáneres ser cacheado y dar negativo en el análisis químico delas tiras de papel que te pasan por la ropa y la maleta. No sabía en que parte del aeropuerto estaba y no veía indicaciones para el tren así que intenté preguntar a diferentes personas y policías, me empezaba a dar cuenta de que en este país casi nadie entiende una palabra de inglés y que en cuanto no entienden algo te envían a preguntar a otro sin complicarse la vida. No se a cuanta gente pregunté, a mucha, y nadie me indicaba nada concreto así que mientras deambulaba por el enorme aeropuerto vi un puesto de información. Por fin podía comunicarme con alguien pero la chica no entendía que le quería decir con «busco el tren rápido para ir a Pekin» al final conseguí hacerme entender… si me hubiera acordado que tenía que buscar el «airport express» no habría habido ningún problema… ¿Cómo pueden no relacionar tren rápido a Pekin con que quería ir al tren airport express? Así es China como aprendería más adelante. Tras cambiar 100€ con un cambio lamentable en el aeropuerto (6,5 Yuanes) fui directo al tren.
El acceso al tren está en la segunda planta de la terminal T3, hay un par de máquinas para pagar en efectivo pero como no aceptaban mis billetes me acerqué a la ventanilla, no hace falta hablar chino, con decir que vas a Beijing te entienden perfectamente el tren va de la T3 a la T2, de la T2 a Sanyuanqiao y de allí a Beijing (estación Dongzhimen) donde hay conexión con la línea del metro, en media hora ya estás en Pekin.
El metro de Pekin funciona muy bien, es la mejor manera para moverse por la ciudad, para hacerse una idea la distancia entre una parada y la siguiente sería andando por la superficie como de 20 minutos. Hay un montón de líneas y cada año se amplia el número de paradas o crean una nueva línea, por eso lo mejor es llevare un plano del metro actualizado en el móvil y poder consultarlo en cualquier momento (como recomendaba en la entrada «10 consejos para sobrevivir en china por libre«). Para viajar en metro se puede comprar una tarjeta recargable o ir comprando billetes sencillos, la tarjeta no aplica ningún descuento y se recarga en la taquilla, mientras que los billetes sencillos se sacan en las máquinas expendedoras hay un montón en cada parada y están tanto en chino como en inglés. Sacar el billete es muy rápido (menos en hora punta) por lo que no creo que compense tener una tarjeta que además puedes perder. El billete sencillo hay que guardarlo durante el viaje porque es necesario para que se abran las puertas de la estación de salida como en cualquier metro del mundo. El transporte en metro es muy barato en general 3 yuanes, según el número de estaciones que atravieses va subiendo de precio hasta los 7 yuanes.
Tras aterrizar a las 8:30 en el aeropuerto, coger el tren, el metro, pegarme una buena caminata, hacer el check-in en el hostel y descansar un rato decidí aprovechar el día, cambiar dinero y adelantarme un poco al planning visitando la ciudad prohibida. Ya tenía localizado un bank of china en la «zona» de la ciudad prohibida una parada antes. Aun con el GPS me costó bastante situarme a la salida del metro con tanta gente de un lado para otro y sin saber cual de las salidas del metro daba directamente el centro comercial en el que aparecí. Finalmente cuando llegué al banco, un guardia me hizo rellenar unos papeles, 3 solicitudes diferentes, y después me tocó esperar, el ritmo de la ventanilla no era caribeño era peor… no se cuanto tiempo estuve esperando, me quedaba medio dormido, fue eterno. Dicen que es importante cambiar dinero al menos una vez en un banco para luego, en la salida del país, poder volver a cambiar a Euros en el aeropuerto. No lo sé, gasté mis últimos yuanes en el aeropuerto, pero, si vas a un banco intenta no ir dos veces y perder tanto tiempo, cambia todo de una vez.
Por fin en marcha, directo a la ciudad prohibida, caminando por Pekin te empiezas a dar cuenta de la magnitud de la ciudad. No se que pasaba en Pekin esta semana, alguien me comentó que había una reunión de jefes de estado y la seguridad ya de por sí alta, estaba disparada. Llegando a la puerta de Tiananmen, dejando atrás la salida este del metro, había un control policial que cortaba la calle y que había que pasar para poder acceder a la emblemática puerta de la ciudad prohibida. Una cola enorme, de cientos de chinos que avanzaba mucho más lenta de lo que yo quería, a ver si al final me quedaba sin poder ver la ciudad prohibida, ya se estaba habiendo tarde. una vezs uperado el control me dirigí a la enorme puerta de acceso, infinidad de gente por todas partes (todos chinos), era sábado y supongo que eso hace que haya mucha más gente haciendo la visita. Eran las 4:30 o así, y se me acercaron tres mujeres chinas muy amables que me dijeron que estaban de vacaciones pero que no habían podido entrar en la ciudad prohibida porque se había acabado los tickets, así que me enseñaron los jardines al rededor del complejo.
Muy simpáticas, fue cuando cuando una de ellas me dijo de ir a tomar un té me dije ¡coño, que este es el timo del té! (Te invitan a tomar un té y luego te quieren cobrar mucha pasta, hasta que no pagas no te dejan irte) Las dejé atrás amablemente y volví sobre mis pasos para acceder al recinto antes de que cerraran, efectivamente, había entradas (60 yuanes, unos 9€) aunque sólo quedaban 5 minutos para el cierre de las taquillas. Una vez con la entrada en la mano, pasé el torno de acceso y me dediqué a disfrutar de la ciudad prohibida y de todos su edificios. Es enorme, cada edificio tiene sus estatuas o sus peculiaridades que hace que merezca la pena, lástima que la lluvia empezara a ser intensa. Me sorprendió ver dentro de la ciudad, dentro de uno de los edificios imperiales una tienda de recuerdos y paraguas. Con el tiempo entendí que lo raro sería que en china no hubiera habido ninguno. El complejo estaba lleno de gente, todos apelotonados en las puertas de los edificios intentando alargar el brazo o el palo de selfie para estar el primero haciendo la foto. Entre esto y la lluvia, mis expectativas fotográficas caían en picado, pero hay que inventarse así que decidí orientar esa sesión a representar la realidad, como es el turista chino, una horda de móviles fotografiando todo los que puede.
En la parte norte de la ciudad prohibida, está la montaña de carbón, pero ya era tarde para subir, así que no era una opción, ya estaba un poco cansado y llovía, como no había ninguna estación de metro cercana me pegó un pequeño bajoncillo, mirando las diferentes alternativas para ir a descansar un poco al hotel casi tenía que andar lo mismo, para ir al metro que para ir al hotel, así que una vez comencé a andar ya no tuve dudas, directo a pie hasta el hotel con un par de km más a la espalda, la acumulación de km y la paliza del viaje ya me empezaba a pasar factura, tenía que haber pillado uno de los ricksaws que había a la salida de la ciudad prohibida… Tras tirare media horita en mi litera y pegarme una ducha reparadora, ya de noche me decidí a ir a cenar, no había comido nada en todo el día, y empezaba a tener hambre.
Una de las ideas que llevaba en la cabeza como hito fotográfico era la típica callejuela antigua china con farolillos encendidos, motivado con esta idea pensé en ir al hutong de la calle de los fantasmas (Gui Jie). Para ir en metro de Zhangzizhong a Dongzhimen, hay que darse un paseo en metro y como me sentía revitalizado y quería conocer el «barrio en el que vivía» preferí ir andando hasta Dongsishitiao, craso error, lo que en el mapa parece no ser nada son otros 2 km en las piernas. No se si es que no encontré la calle de los fantasmas o es que no era lo que yo esperaba pero sólo encontré una gran moderna avenida llena de restaurantes, todos llenos y decenas de chinos haciendo interminables colas para poder entrar. Cuando me acercaba a preguntar no conseguía hacerme entender y las cartas estaban solo en chino, así que, iba de un restaurante a otro sin decidirme y sin saber que hacer perdido en un mundo incomprensible. Desesperado y hambriento volví al metro dispuesto a buscar algún restaurante cerca de mi hotel. Lo malo fue que por la zona de mi hostel, no encontraba ningún restaurante ya estaba todo cerrado y seguí andando y andando hasta que desistí y decidí que ya estaba más cansado que hambriento, la adaptación a China empezaba un poco dura. Joder, justo al llegar a la esquina del hutong donde estaba mi hotel había un restaurante enorme y lleno de familias! Ahí que fui, no me querían hacer caso porque la camarera no entendía ni siquiera que iba sólo, no le entraba en la cabeza. Bueno, al final me dieron un ticket para esperar mi turno descansando en una silla y ojeando las fotos de la carta, para atrás y para adelante sin saber que pedir, si las lenguas de pato, las patas de gallina u otras de las muchas exquisiteces que servían en ollas hirvientes e inmensas sobre las mesas para cada familia, y es que los chinos, no cocinan mucho en sus casas y ese era su restaurante habitual. El único occidental del mega restaurante sentía miradas de diferentes mesas con sonrisas disimuladas mientras recorría la carta de un lado a otro, normal, me verían flipando con aquellos platos y les haría gracia.
Cuando por fin me tocó mesa, yo señalaba con el dedo sobre la foto del palto que quería pero el camarero movía la cabeza diciendo por gestos «no, no». Vaya pues que lío.Saqué el móvil y utilicé por primera vez el traductor , tenía que haberlo hecho mucho antes, la cosa mejoró pero no los suficiente, de pronto me encontré con 7 camareros a mi alrededor y ninguno hablaba ni una palabra de inglés, menos mal que apareció una chinita que estaba allí cenando con su familia para echarme una mano, bendita sea jejeje al final unos despojos de oveja, vale pues como sea, plato para uno y listo. La verdad es que estaba bueno, pedazos de costilla de oveja flotando en una salsa hirviendo sobre el calentador que tenía la mesa. Pasé rato investigando como se comía aquello la gente, pues nada, los niños con guantes de plástico y los adultos con palillos para agarrar los pedazos de carne y con los dientes desprendiendo los cachos de carne que se pudiera, no se me dan mal los palillos pero aquel plato era de master. Aún así, no dejé de utilizarlos ignorando todos los guantes de plástico que me iban trayendo cuando me veían en dificultades para sujetar la carne. El caldo finalmente se bebe, muy intenso, rico pero con unos cuantos sorbos suficiente, lo contrario que la cerveza. Era grande, sólo de 2 grados, así que entraba como el agua. Tenía tanta sed que me entró de maravilla y me pedí otra para el camino de regreso al hostel, en total 80 yuanes, una de las comidas más baratas y gratificantes del viaje.
Mañana será otro día, tocaba patear Pekin de nuevo, templo del cielo, hutongs, calle de los bichos… pero esta vez algo más descansado.
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[…] de la paliza de Pekin I, hoy no iba a ser para menos, con la agenda llena de cosas por hacer primero había que tomar un […]
[…] mismo en cualquier estación. Es recomendable evitar la hora punto porque se llena de verdad, lo de Pekin es un juego de niños a comparación de las colas de Shangai. Para mis visitas las paradas más […]