Me desperté pensando en el palacio de verano y con la resaca de nuestra excursión a la gran muralla china desde Gubeikou hasta Jinshanling, y habiendo aprovechado al máximo los días anteriores en Pekin, me parecía que me iba a sobrar un día en Pekin. Es verdad que de haberlo planeado de otra manera podría haber suprimido un día de Pekin y otro de Shanghai para poder ir a ver Xi’an o alguna otra zona, pero mejor así, los kilómetros acumulados en las piernas se iban notando y hacer un día de relax no iba a venir mal.
Tras desayunar con Maja en el hostel (Chengiz ya se había ido a Xi’an), y viendo lo que ella había hecho por su parte y yo por la mía, tuvimos suerte y como ninguno de los dos lo habíamos visitado, decidimos dedicar la mañana a visitar el palacio de verano, de entrada me parecía prescindible, pero que equivocado estaba. Después de desayunar nos dirigimos como siempre al metro y tras comprar el billete simple y pasar el control de seguridad nos tiramos como media hora de metro para llegar. Al salir de la estación nos perdimos un poco porque no nos fijamos por que salida habíamos optado y porque en la calle todo era un enjambre de personas que circulaban en todas direcciones, tras dar un par de vueltas y ve un puesto de souvenirs llegamos a las taquillas 60 RMB entrada mas visita a los edificios importantes 30 RMB sólo entrada, nos decidimos por la entrada simple y mucho mejor porque el palacio es enorme, con ríos y lagos, edificios y unos paseos preciosos al borde del lago.
Casi me muero cuando me dí cuenta de que se me había estropeado la cámara de fotos del teléfono, es mi segunda cámara y acaba de empezar el viaje… Un montón de paisajes, un día con una luz preciosa y una de mis cámaras estaba muerta. Bueno no del todo, dándole unos golpes revivía un poco… así fuimos andando, viendo el faro, los barcos cruzando el lago, subiendo puentes o cruzándolos en zig-zag. En los jardines del palacio de verano hay puestos de comida y todo lo que necesites para pasar el día, cuando nos dimos cuenta ya era la hora de comer y ni siquiera habíamos rodeado el lago, solamente habíamos hecho media vuelta, así que cuando vimos que en la zona sur había una puerta de acceso por la que llegaban los barco-buses, salimos para buscar una estación de metro e ir a comer a la zona de la calle Qianmen.
Después de comer una sopa de noodles y un pato Pekines, dimos un paseo por la zona y nos despedimos, yo quería volver al hostel para descansar un poco y preparar la maleta, mañana tenía vuelo para ver el parque nacional de Zhangjiajie, donde rodaron «las montañas flotantes de Avatar». Como me pillaba de vuelta, decido volver a visitar la plaza puerta de Tienanmen, increíble, otra vez controles por la calle para acercarse a un lugar tan concurrido y turístico teniendo que pasar varios arcos de control policial. La plaza estaba cerrada y no se podía visitar, la puerta también, sólo se podía pasar por la calle delantera pero la policía se estaba preparando para cortarlo también. Nos dijeron que durante estos días había algunos políticos internacionales de visita y supongo que estarían a punto de visitar la ciudad prohibida porque en cosa de 5 minutos los policías y militares que allí estaban empezaron a desalojar a todo el mundo, cosa que me animó a retirarme al hotel a descansar.
Un poco más tranquilo y reposado, después de leer un rato y despejarme, quedamos de nuevo para ir a cenar y tomar alguna cervecita. Sería imposible haberlo hecho sin los 10 consejos para sobrevivir en china por libre. En vista del éxito que había tenido la zona del lago, decidimos ir a la otra zona que se recomienda para salir a tomar algo, Sanlitun, entre la estación de metro Dongsishitiao, línea 2 y la de Tuanjiehu, línea 10.
Se trata de una zona de hoteles de lujo y centros comerciales con una calle muy moderna llena de bares con música en directo, chicas bailando con una barra y karaokes. Los relaciones públicas de los bares estaban ansiosos por meternos en todos ellos, al final elegimos uno con música en directo con volumen para no sordos donde nos dejaban las cervezas a mitad de precio. Pasmos un rato agradable, disfrutando de música en chino y algunas canciones clásicas en inglés. Para cuando decidimos irnos ya se habían cerrado el metro para volver al hostel y comenzaba a llover con ganas. Negociamos con un tuktukero bastante duro, tenía todas las de ganar que insistía en lo lejos que estaba nuestro hostel, al final, sí, una carrera de 20 minutos a vida o muerte entre coches de noche y bajo la lluvia en la que yo me divertía un montón y Maja sudaba del miedo que estaba pasando.
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